Ser o no ser, crítica teatral
11 Jun 2022
Hay obras de arte que van adquiriendo reconocimiento cuando la perspectiva del tiempo las aleja de las cuitas del momento vital en el que fueron creadas, y en el caso de la producción cinematográfica son paradigmáticos los casos de filmes como ‘Psicosis’ (Hitchcock) o ‘Taxi Driver’ (Scorsese), por poner solo dos ejemplos, que forman parte de la historia aún a pesar de no conseguir el premio Óscar, extremo que tampoco consiguió ‘Ser o no ser‘, una de las cumbres de la creación de Ernst Lubitsch, con el mérito adicional de haber sido estrenada en 1942, en plena II Guerra Mundial, con Hitler al frente de las fuerzas militares del nazismo.
“Ni el propio Shakespeare vería ‘Hamlet’ tres noches seguidas”
Hoy, con una guerra declarada dentro de los límites de Europa, llega al Teatro de la Latina, de Madrid, la versión teatral de aquella excepcional obra, en la que se conjuga el drama de un país invadido, entonces Polonia, igual que ahora lo es Ucrania, junto con las peripecias de una compañía teatral, la de los Tura, que ensayando una propuesta titulada ‘¡Gestapo!‘, deben sustituirla por el ‘Hamlet’ de Shakespeare, famoso por su cita de “Ser o no ser…” que da título a este montaje en el que la fina ironía utilizada para señalar a los que se dan de eruditos, al tiempo que confunden el ‘Hamlet‘ con el ‘Macbeth‘, al fin al cabo ambas son obras del bardo de Avon, que dirían algunos.
Bernardo Sánchez firma la adaptación a esta recreación escénica del texto creado en su día por el propio Lubitsch y Edwin Justus Mayer, a partir de un relato de Menyhért Lengyel, construyendo un guión que sirve de soporte al montaje que, además de protagonizarlo, dirige Juan Echanove con acierto, aún abusando de un ritmo algo acelerado que termina por recordarnos los programas cómicos de Benny Hill, aunque debemos reconocer que, ese recurso, no le viene mal al resultado final de la propuesta.
“Se va a armar la ‘Mundial’ …exactamente la Segunda!”. ¿Qué se puede esperar de un hombre (Hitler) que no bebe, no fuma …y apenas come?.
La historia de un mundo en guerra con la estallada amenaza del nazismo, el populismo y al ascenso del totalitarismo al poder, se entrecruza con la historia doméstica de los Tura y su compañía teatral, en cuyo seno los conflictos domésticos también implosionan con el coqueteo de la madura María Tura, halagada más que atraída, ante el interés que, para su propia sorpresa, averigua despertar en el aviador y joven oficial de la R.A.F., Stanislav Sobinski. Los celos del gran actor Joseph Tura extraerán de él lo mejor de su capacidad teatral. El vodevil se precipita, los enredos se suceden y nada terminará por ser lo que parece.
Ana Garay diseña una eficaz escenografía capaz de recrear, con versatilidad, la sala teatral donde actúan los Tura, las calles bombardeadas de Varsovia y los edificios administrativos de Polonia donde el poder nazi se establece, con mención especial para la espectacular recreación del teatro, lleno de banderas, emblemas y blasones nazis, a la espera de que el mismísimo Hitler se dirija a los presentes. Su acierto se hace extensivo al vestuario. Destacada aportación de Bruno Paena en el diseño de videoescena y correcto trabajo de Carlos Torrijos en la iluminación.
“¡Que frugal, como nuestro ‘Führer’, que solo come países!
Echanove domina la escena y se le percibe disfrutar, junto a él destaca la prestación de Lucía Quintana, pilla, picarona y divertida en su recreación de la señora Tura, completan el elenco Ángel Burgos, Gabriel Arbisu, David Pinilla, Eugenio Villota y Nicolás Illoro.
Desde el pasado mes de marzo este montaje viene cosechando risas y buen humor en el Teatro de la Latina, de Madrid, consiguiendo uno de los retos más exigentes de la producción escénica, que es contar con asistencia de nuevos espectadores que al finalizar la representación abandonan la sala con la sensación de haber pasado una buena tarde. Habrá quien diga que se trata de una obra de teatro comercial, pero aún siendo ello así, lo que se le debe exigir, a ésta y cualesquiera otras propuestas, es una adecuada calidad y en este caso ese principio se cumple. Por cierto, la escena final de Echanove es para ser utilizada en las clases de interpretación (aunque, eso sí, podría evitarse la ‘colleja’ que no viene tanto a cuento). Espectáculo para pasar un buen rato y salir con una sonrisa, aunque no vaya a ser una pieza nominada en la próxima edición de los Premios Max, ni falta que le hace, porque en el teatro caben miradas desde todos los rincones, todos los puntos geográficos y todas las sensibilidades.