Una habitación propia, crítica teatral
24 May 2022
Si hay una revolución en los últimos ciento cincuenta años en el mundo, tal y como lo conocemos, es la legítima lucha para la equiparación de la mujer con el hombre, en derechos y obligaciones, algo sustentado en el sentido común y que compete a cualquier ser humano, más allá de su género.
Siendo evidente lo reseñado en el párrafo anterior, e incuestionable, no podemos dejar de reflejar, y considerar, que el derecho a voto femenino, en un país con una historia tan democrática como Reino Unido, no fue reconocido hasta 1918, con otros países algo más adelantados en esa materia, como Australia que lo legisló en 1902, Finlandia (1906), Noruega (1913), Dinamarca (1915) y la URSS (1917), mientras que España tuvo que esperar a 1931 en tiempos de la Segunda República, aunque más se dilató en Francia que no dió ese paso hasta 1945. En cualquier caso todas estas fechas se ubican en el inicio del siglo XX, llegando alguna hasta mediados de esa reciente centuria.
“Una mujer necesita dinero y una habitación propia”
Virginia Woolf (1882/1941) es una distinguida escritora británica, autora de grandes obras como “La señora Dalloway” o “Las olas”, entre otras, reconocida como una de las figuras más destacadas del feminismo internacional, convirtiendo su ensayo “Una habitación propia” en una referencia de dicho movimiento, situación que se mantiene en la actualidad, haciendo bandera de ello la conocida afirmación que incluye en ese texto de “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”, aseveración que podríamos ampliar a “cualquier ser humano” y “cualesquiera oficio” ya que la independencia del individuo, económica y de cualquier otro vínculo, es el primer rasgo por el que merece la pena ser y vivir.
El texto escrito por Wolf en 1929, diez años después de ser reconocido el derecho al voto femenino en el Reino Unido y de que Nancy Witcher Langhorne, vizcondesa Astor, se convirtiera en la primera mujer en ocupar un escaño en la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico, es adaptado por María Ruiz, para con su dirección, ser interpretado, en forma de monólogo por Clara Sanchís, quien está magnifica en esa charla que dirige al público desde un sencillo escritorio que soporta algunos papeles, a modo de apuntes, y el gran bolso que le sirve de cobijo a diversos complementos, entre otros, unas lentes que sabe exprimir con maestría.
“¿Sois conscientes que, quizás, las mujeres somos los animales más discutidos del mundo?”
Clara Sanchís, ya convertida en Virginia Wolf, accede a la sala del Teatro Bellas Artes, como si fuera una tardía espectadora, nos mira y se adentra en el escenario, sus formas son impecables y la recreación de una dama británica de principios del siglo XX que realiza es absolutamente verosímil. Un piano espera al costado de la escena que la propia Sanchís utilice su capacidad musical, para a través de temas de Bach, aportar sosiego en algunos momentos y, en otros, incrementar la carga dramática, en un recurso que sabe explotar de forma magnífica.
Tanto María Ruiz en la adaptación, como Clara Sanchís en la interpretación, aciertan en su forma de escenificar la conferencia que Mrs. Wolf nos dirige, con una primera parte, más costumbrista, con el relato de los detalles de su encuentro con escritores (ellos) en una conocida universidad que incluye un almuerzo y que es sucedido con una cena con una profesora universitaria en un centro para mujeres, cuya sobremesa será coronada por la pregunta de “¿por qué las mujeres somos pobres?”. En esta fase la recreación del personaje centra el esfuerzo de la actriz, sin que el texto llegue a enganchar a todo el público de manera uniforme, pero a partir de aquí la interprete irá desprendiéndose de las rigideces de la interpretación del personaje y empezará a fluir con la esencia de la propia Virginia Wolf y del texto, que irá ganando hasta construir un bello e intenso final, en una evolución de menos a más que termina por ser excelente.
“Del sufragio universal y la herencia de mi tía, lo que más me alegró fue lo segundo”
Una minimalista y sobria puesta en escena, con iluminación de Juan Gómez-Cornejo y vestuario de la hermana de la protagonista, Helena Sanchís, acoge el fantástico trabajo de Clara Sanchís quien da muestra de su excelente formación actoral y del soberbio momento interpretativo que atraviesa, del que ya acreditó sobrada prueba en ‘La lengua en pedazos‘ (al igual que anteriores trabajos como ‘Antígona‘, ‘Naufragios de Alvar Núñez‘ o ‘Consentimiento‘).
Más que recomendable espectáculo, con una interpretación de Clara Sanchís que la convierte en una pieza que satisfará al espectador más exigente. Programada los martes en el Teatro Bellas Artes, de Madrid.