El hombre almohada, crítica teatral
11 Jun 2021
Una medida, y elaborada, puesta en escena de Ricardo Sánchez Cuerda recrea un espacio perdido en los sótanos de alguna dependencia policial de un país totalitario, donde son visibles tuberías y estructuras de servicios, hay humedad o al menos se percibe, también un cierto abandono como expresión de una desolación máxima, carpetas de archivos amontonadas sobre el rudo pavimento, con papeles sueltos esparcidos a su alrededor, todo ello coronado por una gran abertura circular que deja pasar un tibio torrente de luz, sabiamente recreado por la hábil iluminación de Juan Gómez Cornejo. Suelos y paredes se hallan cubiertos de amplios plásticos, que parecen dispuestos para evitar rastros de ningún resto, seguramente humano, incluidos sangre o cualquier otro fluido corporal.
Una mujer aparece siendo interrogada por una pareja de policías, uno femenino, otro masculino, que le espetan a duo: ¿cuánto daño nos vas a obligar a hacerte, para que contestes lo que queremos?.
«¿Cuánto daño nos vas a obligar a hacerte, para que contestes lo que queremos?»
Una historia que sorprenda y atrape al espectador, o lector, es el reto que se debe exigir cualquier creador, y la base sobre la que construir cualquier propuesta dirigida al público. Si además, dentro de la trama, esa misma capacidad se mantiene para retener la atención del respetable, hasta el momento final, habremos participado, y disfrutado, del logro máximo de su autor.
“El hombre almohada” es la obra teatral más exitosa del escritor Martin McDonagh (1970), también guionista de la oscarizada película “Tres anuncios en las afueras”, quien ha hecho seña de identidad de su obra el uso de una cierta violencia, y hasta brutalidad, en sus textos, aún utilizando el sarcasmo y el recurso a la ironía. “The Pillowman” fué estrenada en The Royal National Theatre, de Londres, en 2003, con gran éxito, lo cual se replicó en Broadway (New York) en 2005 y de ahí a todo el mundo, llegando ahora hasta la Sala Verde de los Teatros del Canal de Madrid. En esta pieza se pone el foco en los malos tratos a niños dentro del seno familiar.
«El primer deber de un escritor es contar historias»
Desde la escena inicial las sorpresas irán trufando el desarrollo de la trama, primero por la verdadera razón de la detención de Katurian, que no es su participación en ninguna trama política, sino la semejanza entre algunos de los cuentos cortos que tiene publicados y los detalles de los asesinatos que se han producido con algunos niños desaparecidos como víctimas.
En el interrogatorio policial se recorrerán algunos de los cuentos escritos por Katurian: “Los hombrecitos manzana”, “Tres jaulas en la encrucijada”, “El pueblo sobre el rio” (que conecta con el conocido texto creado por los hermanos Grimm, de “El flautista de Hamelin”), “La escritora y su hermano”, “El cerdito verde”, “La niña Jesús” y, por supuesto, “El hombre almohada” del que coge título la propia obra teatral, y la sucesión de estos relatos irá dando enfoque a la propia trama y a los escabrosos sucesos que en ella tienen cobijo.
«El hombre almohada hace retroceder el tiempo»
A destacar la representación de dos de los cuentos, que se realizan en escena, pero en un tiempo distinto al de los hechos que se narran, los cuales son protagonizados por los cuatro actores intervinientes, haciendo uso de unas conseguidas máscaras, creadas por el propio escenógrafo Sánchez Cuerda; con un resultado más que notable sobre todo en el caso de “La niña Jesús” que se realiza al inicio de la segunda parte del espectáculo.
Nada termina por ser lo que parecía y como no se trata de hacer de “spoiler”, ni de ‘destripar’ la trama en uso adecuado del idioma castellano, la mejor forma de disfrutar de una historia bien contada, como es ésta, es acudir al teatro para dejarse ir por la sucesión de ‘toboganes’, ‘curvas peraltadas’ y ‘saltos al vacío‘ que hay en ella, como si de un parque de atracciones se tratara, aunque siempre para quien admita el divertimento desde lo truculento.
«No puedes matar mis ‘cuentos’ porque es lo único que yo tengo»
No obstante, algunas pistas dejamos en el camino: una niña a la que sus padres orientan hacia la escritura y que a los cuatro años ya tiene obra creada; un hermano del que no sabe, ni conoce, hasta mucho después de que naciera; unos gritos demasiado frecuentas en sus noches; unos asesinatos confesados sin ser la culpable, otros no confesados cometidos mucho antes, la elección entre lo que se quiere y la posteridad. ¿Morir o el olvido?.
David Serrano (Los asquerosos, Los hijos, Port Arthur, Cartas de amor ) es el director de la propuesta, teniendo la habilidad de recrearla sin hurtarle la dureza de su tenebrosa historia, pero manejando muy bien a los actores para que sus interpretaciones incluyan unas dosis de cierto humor, negro desde luego, pero necesarias.
«Soy feliz siendo distinto»
Belén Cuesta (La llamada), reconocida con un Premio Goya como mejor actriz protagonista en 2020 por «La trinchera infinita», interpreta a Katurian, la protagonista de la trama, y lo hace de manera más que satisfactoria, emociona y conmueve. Junto a ella Ricardo Gómez (Rojo) consigue una destacada representación de Michal, el hermano dependiente de Katurian, con una composición de su personaje lleno de tics, tartamudeos y gestos repetitivos hasta la saciedad, en expresión de sus problemas cognitivos, que solo encuentra la paz cuando su hermana le relata algunos de sus cuentos, los cuales él se sabe de memoria y ‘de pe a pa’.
Juan Codina (Luces de Bohemia, El público) y Manuela Paso (Doña Rosita, anotada, Top Girls, La noche de las tríbadas) encarnan, respectivamente, al ‘poli malo’, Ariel, y al ‘poli bueno’, Tupolski, creciendo en sus desempeños en la segunda mitad del espectáculo, cuando su personajes cogen un mayor vuelo, sobre todo al conectar sus propias historias personales con lo que sucede en la trama. Las aportaciones de ambos son esenciales en el acertado uso de ‘gotas‘ de sentido de humor, aún negro, en el montaje.
«No hay finales felices en la vida real»
“El hombre almohada” es, sin duda, uno de los montajes destacados del año teatral y ello se asienta en una historia bien construida, como tantas veces, más exactamente, como siempre sucede. El guión es siempre definitorio y sin un buen texto es imposible contar una historia.
Dice McDonagh a través de su protagonista en esta obra, Katurian, que “No hay finales felices en la vida real”, pero nos sentimos reconfortados con la satisfacción de un espectáculo de ficción sin final feliz, pero que interesa de principio a fin.
[…] Tras la Máscara Read More Una medida, y elaborada, puesta en escena de Ricardo Sánchez Cuerda recrea un espacio perdido en los sótanos de alguna dependencia policial de un país totalitario, donde son visibles tuberías y estructuras de servicios, hay humedad o al menos se percibe, también un cierto abandono como expresión de una desolación máxima, carpetas de archivos amontonadas sobre el rudo pavimento, con papeles sueltos esparcidos a su alrededor, todo ello coronado por una gran abertura circular que deja pasar un tibio torrente de luz, sabiamente recreado por la hábil iluminación de Juan Gómez Cornejo. Kritilo Read More La escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda nos aísla a todos en un sótano desportillado, desolado, húmedo y ocupado por una cama roñosa y textos grapados por aquí y por allá. Produce una extraordinaria sensación de profundidad la enorme apertura en el techo atravesada por tuberías. Una ambientación muy pertinente y que seduce aún más si cabe con la iluminación de Cornejo, fundamentalmente cuando se entenebrece. […]