Diecisiete políticas ante el Coronavirus y ninguna parece eficaz
01 Sep 2020
Durante la vigencia del Estado de Alarma decretado por el Gobierno de España como respuesta a la crisis del Coronavirus Covid-19, vigente entre el once de marzo y veintiuno de junio, los presidentes autonómicos, mayoritariamente y sin distingos de colores políticos expresaron, de una manera u otra, sus quejas por no poder administrar sus propios territorios en base a sus propias decisiones, esgrimiendo, de forma reiterada el pseudo-argumento de que las decisiones se toman mejor más cerca de sus ciudadanos, dando por sentado que las administraciones que ellos dirigen están más cerca de ellos que la nacional, e incluso, que las municipales.
Pero como el simple paso del tiempo da y quita razones, han bastado unas pocas semanas para comprobar el resultado conjunto de las diecisiete políticas autonómicas aplicadas a la lucha contra la pandemia en nuestros territorios que, de modo agregado, han vuelto a poner a España en cabeza del ranking de mayor número de contagios, en Europa, por cada cien mil habitantes, con 882.
¡Viva la diferencia!
Con la delegación de las competencias en materia sanitaria en las Comunidades Autónomas desde el final del Estado de Alarma se dió el pistoletazo de salida a una carrera de diferentes iniciativas por parte de cada presidente regional en el que lo que lo parecía perseguirse era más la originalidad en las medidas a tomar, y el hecho diferencial, que la eficacia en las decisiones, con una disparidad de normativa que ha llevado a la confusión de los ciudadanos respecto a lo que se puede a hacer o no, en cada territorio.
Así si en determinada región se limitaban las reuniones a diez personas, en otros territorios inmediatamente se reducía a ocho o a seis ….¡viva la diferencia!, y si en cierta autonomía las clases lectivas se anunciaban presenciales, en otras lo eran mixtas con algunas ‘on line’, mientras en algunas se constituían diferentes funcionamientos según la edad de los alumnos.
El uso de las mascarillas, los aforos en las actividades culturales, las terrazas y la política para los PCR’s son otros terrenos capaces de recoger para sí diecisiete normativas distintas.
Parece que aún siendo todos españoles, no en todos los lugares debemos seguir las mismas normas. Hay lugares en los que si acudimos a comer a un restaurante nuestro nombre quedará recogido en un registro para su posterior rastreo (Cantabria), mientras si lo hacemos en la cercana Asturias nuestro rastro será anónimo. Si de bares de copas se trata habrá lugares que cerrarán a la una de la madrugada, mientras en otros su actividad se prolongará hasta casi el amanecer (cinco de la mañana), al tiempo que en ciertas CCAA’s no encontrará ninguno abierto por estar clausurados. Fumar en la vía pública tampoco es una practica homogénea en todo el territorio y en algunos lugares como Galicia ha sido limitada. Y el uso de las mascarillas, los aforos en las actividades culturales, las terrazas y la política para los PCR’s son otros terrenos capaces de recoger para sí diecisiete normativas distintas para ellos.
Incluso una actividad como la prostitución, ante una pandemia cuya mejor arma para combatirla es reducir el contacto social, no encuentra una respuesta conjunta de todas las comunidades autónomas para restringir su actividad en locales destinados a tales practicas, y solo algunas han tomado medidas al respecto, mientras, eso sí, el Sr. Revilla ha decretado la obligatoriedad del uso de mascarillas a los niños a partir de seis años (recomendable entre de 3 a 6), claro que seguro que alguno/a de sus colegas buscará su ‘hecho diferencial’ y establecerá la norma a partir del mismo día del nacimiento del bebé.
Hay un problema, no hay diecisiete problemas
Parece evidente que si los rebrotes en España siguen creciendo al ritmo que lo están haciendo en las últimas semanas, habrá que tomar nuevas medidas y mientras no haya una vacuna eficaz, lo único que ha demostrado eficiencia es una base de normas comunes para todo el territorio y restringir, al máximo, los contactos sociales y la movilidad, aunque todo ello habrá que declinarlo, a la vez, con la menor merma de actividad productiva posible. La lucha contra el Covid-19 no puede ser el caldo de cultivo para que cada presidente autonómico busque la foto para su permanente pose electoral, y nos deben evitar manifestaciones como las del popular, Sr. López Miras, para quien la única solución pasa por restringir el acceso de los madrileños a sus residencias de verano en Murcia; se empieza por ahí y se termina haciendo una pira incendiaria alimentada con libros.
La situación es de crisis y como tal requiere una solución normativa conjunta para todo el territorio, que debe ser adoptada por su gobierno, apoyada y asesorada por todo el armazón social, estructural e institucional de España. Hay un problema, no hay diecisiete problemas.