Dejando volar la imaginación
01 Abr 2020
Tarde de un lluvioso día de la primavera de 2013, la gotas de agua golpean los cristales de la ventana que debería dejar pasar la luz sobre mi escritorio, aunque solo las sombras se hacen dueñas de él, hasta que enciendo el pequeño flexo que hay sobre mi mesa, pero aquellas, a pesar de la luz artificial, siguen entorno a mí. Esta mañana, como todos los días, cumplí con mi rutina y salí a correr. Mi pointer, Puskas, cada día está más mayor, pero por una extraña razón, nunca me he sentido tan cerca de él, como ahora.
Anoche, como de costumbre, siempre que puedo, estuve en el teatro; cada vez que vuelvo a ocupar una localidad en un patio de butacas me siento parte de una ceremonia ancestral, cuyos orígenes son muy anteriores a mí. Yo estoy allí, pero no lo hago solo.
Tarde de un lluvioso día de la primavera de 2013
Este mediodía, antes de la tormenta, el día dió opción a disfrutar de la paella dominical, hecha sobre las brasas del fuego de la barbacoa, con incluso tiempo para compartir risas y confidencias con el pretexto de un partida de dominó tras los postres, juego matemático donde los haya, en el que el azar queda minimizado al máximo.
Ahora me dejo llevar por la imaginación, enfrentándome a un folio en blanco. Mañana es lunes, de nuevo vuelta al trabajo, al atasco matinal en el que afrontaré más de una hora de tráfico lento, con continuas arrancadas y frenadas, para llegar al despacho, antes de recorrer las citas de mi agenda, con el aliciente de alcanzar el siguiente fin de semana e ir a navegar, e incluso hacer algunas inmersiones de buceo, aún pagando el tributo de los más de 500 kilómetros de ida y de vuelta.
De pronto, mirando la pantalla de mi ordenador, sin haber conseguido, aún, escribir ni una palabra, me empiezo a hacer preguntas… ¿y si un día no pudiera salir a correr?, no por ninguna lesión, simplemente porque no se me permitiera, ¿podría llegar a echar de menos incluso el atasco de tráfico y sus sesenta minutos de escucha radiofónica de noticias?, ¿cuánto necesito la conversación ocasional con Merche, quien me sirve todos los días mi desayuno en un pequeño bar a la espalda de la manzana de edificios que ocupa mi oficina?, ¿y disfrutar de una cerveza sentado en una terraza poco antes del mediodía?.
¿Qué podría ocurrir para que mis hábitos llegaran a ser limitados?
Sí, definitivamente me estoy haciendo mayor, como Puskas, porque ¿qué podría ocurrir para que cosas tan elementales me fueran imposibles de realizar?. Las «Torres Gemelas» de New York cayeron, la crisis económica estalló, aquellos trenes con casi doscientas víctimas mortales… medio mundo atravesado de guerras, desde Siria a Somalia, pasando por Egipto, Centro-África… ¿que puede pasar que supere todo ésto?.
En solo unos pocos años entraremos de nuevo en los “veinte” ésta vez en el siglo XXI, ¿serán conocidos, otra vez, como “los locos”?, ¿se volverá a poner de moda el “charleston” en guiño “vintage” que demuestre que todo termina por volver?. Se cumplirá una centena de aquella década que empezó con bailes, risas y excesos, y acabó con el gran “crash” de 1929, confiemos que ésta finalice mejor.
¡Ojalá!… y que los próximos años supongan el trayecto a un futuro mejor y no la vuelta a un pasado construido por las limitaciones que unos seres humanos quieran imponer a otros, para cuyas obras hoy nos falte imaginación para recrear. Me preocupa que el futuro sea un pasado ya vivido.
Pero sí, lo que es cierto es que mañana volveré al atasco, pero antes pondré el desayuno a Puskas. La realidad se impone.
Realmente descriptivo tu relato. Entiendo que data de la fecha a que alude aunque, en cualquier caso, me resultó agradable -por lo real- leerlo.
Parece que se avecinan tiempos «no mejores», como diría un gallego.
Creo que toca moverse lo menos posible (o mejor nada) de nuestros domicilios y afrontar ésto conscientes de que nuestra contribución consiste exclusivamente en favorecer este poco agradable tránsito que es el confinamiento.
Las medidas de actuación deben ser tratadas por otros (profesionales y Gobierno de la Nación) a quienes ya tendremos tiempo de juzgar al final del trayecto. («Nunca opines del conductor del autobús hasta que haya finalizado el trayecto»).
Parece que, desafortunadamente, no todo el mundo opina lo mismo aprovechando tan delicadas circunstancias para hacer política.
VAMOS A IR TODOS JUNTOS. Ya vendrán tiempos de juicios y Tribunales, AHORA NO.
Creo que ESPAÑA es la mejor pese a estos desafortunados actores.
Un abrazo fuerte y, como siempre, gracias por tus opiniones.
Muchas gracias, Pedro, por tu nuevo comentario y participación en https://www.traslamascara.com, esta vez en relación al relato que he publicado hoy, titulado «Dejando volar la imaginación».Como relato que es, mezcla algunos pasajes que se corresponden con la realidad, con otros friccionados, y lo he escrito buscando poner en perspectiva la situación que hoy tenemos, sin duda la más grave, a nivel mundial, de lo que va de siglo XXI y, tal como ha dicho hoy el secretario general de la ONU, no ha habido otro escenario más dramático desde la finalización de la II Guerra Mundial a mitad del siglo XX. En mi visión eso es lo que tiene de terrible, recordar tiempos no tan lejanos, como los que rememoro en las líneas del relato, pensando que el futuro de esos días es nuestro hoy que, junto con otras circunstancias sociales, demuestran la involución de nuestra contemporaneidad, hasta en lo dramático, cuando creímos, confiadamente, que tiempos como éstos no volverían jamás. Un fuerte abrazo, Pedro.