Yo, Mussolini; crítica teatral
06 Nov 2019
Con Donald Trump en USA, Bolsonaro en Brasil, Víktor Orban en Hungria, Marine Le Pen continuando al alza en Francia, Vox, en España, subiendo sus expectativas de apoyo popular en los sondeos electorales y con Salvini en Italia; visita Madrid nada menos que Benito Mussolini y estará por aquí hasta el uno de diciembre, en la Sala Mirador, aunque lo hará a través de la réplica que de tal personaje realiza Leo Bassi, payaso y bufón, sobre todo, para nuestro deleite, pero también provocador.
“Vuelvo a España a celebrar la vuelta del fascismo a nivel mundial”
Bassi trae bajo el brazo su espectáculo, “Yo, Mussolini”, y nos lo presenta envuelto en forma de regalo sobre cuyo sentido volveré unas lineas más adelante; desarrollándose en dos partes muy diferenciadas, en la primera de ellas irrumpe el payaso, generándonos risas y carcajadas con su puesta en escena, hilarante por momentos, hasta que muta en provocador, haciendo explotar manzanas a base de golpes, con un gran martillo, sobre una especie de patíbulo, amagando con hacer lo mismo con un enorme melón, aunque tiene el detalle, empático y caballeroso, de repartir plásticos para que las primeras filas de espectadores eviten las consecuencias en forma de manchas, para a continuación jugar al golf con huevos crudos, con el público como diana…¡esta vez ni los plásticos evitan las salpicaduras!, todo ello argumentado en el anuncio de que “los fachas hoy (Salvini o Abascal) son “light”, más pijos que fachas”, mientras él aparece armado con una motosierra y una cara mas que amenazante.
“La socialdemocracia tiene miedo de sus propias contradicciones”
En la segunda parte del montaje su aproximación al personaje quedará marcada por unos tonos, dentro de lo posible, más de reflexión interior compartida, sigue siendo él, Mussolini, pero nos habla de sus opiniones personales sobre Franco o Hitler, revelando alguna anécdota y compartiendo con el público la foto original, tras su muerte el 28 de abril de 1945, ejecutado junto a su joven amante (Clara Petacci) y otros jerarcas fascistas, con sus cuerpos colgados por los pies, cabeza abajo, del techo de una gasolinera en la Plaza de Loreto, en Milán, en una gran alegoría de lo que el poder supone, tanto cuando se alcanza, como cuando se pierde.
“La vida es un dato de unión entre una eternidad y otra eternidad”
En el repaso de pinceladas de Bassi sobre Mussolini destacan las referencias a la amistad y cercanía que le mantuvieron personajes como Walt Disney o Rockefeller, hasta el extremo de que se da por cierta la idea de que la cara del “Titán” de la estatua de Atlas en el Rockfeller Center, de Nueva York, es la representación de la misma persona a la que la, prestigiosa, revista “Times” eligió como ‘hombre del año’ en 1936: el mismísimo “Duce”. Para aportar un sutil princelada, casi al final, diciendo en voz propia “yo tuve el poder, pero otros lo ejercieron a través mío”.
Dije anteriormente que Leo Bassi nos presenta su espectáculo en forma de regalo envuelto y, efectivamente, así es, dentro de él nos trae al presente la terca realidad del pasado, en el que el fascismo vuelve a ofrecer soluciones falsas a los problemas del común de los mortales, todas ellas sutilmente fáciles de asimilar.
“Me he equivocado porque nunca he tenido colaboradores, sino dependientes”
La escenografía construye un mitín de Benito Mussolini, con un atril, en alto, banderolas bien iluminadas y un video que recrea imágenes alegóricas para mayor gloria del líder, aunque aquí la única arma real empleada es el humor, presentando el pasado como vacuna para un incierto presente, en el que nos jugamos el futuro de varias generaciones.
El bufón, en la misma misión que ejercía para con el Rey Lear en la obra de Shakespeare, ha cumplido con su trabajo. Esperemos que el mensaje llegue correctamente.