Monsieur Goya, una indagación; crítica teatral
02 Oct 2019
Al cumplirse los doscientos años de la creación de la serie de las “Pinturas Negras” (1819) de Francisco de Goya, el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa de Madrid ha tenido la sensibilidad de dedicar un monográfico al genial pintor nacido en Fuendetodos, verdadero precursor del arte contemporáneo tal como lo entendemos hoy, dos siglos después de dejar aquellos trazos, en negro, que siguen conmoviendo a quien se acerca hasta ellos.
Y lo hace con una gran exposición que recoge obras de cincuenta y ocho artistas contemporáneos, desde Antonio Tapies o Antonio Saura, a Luis Gordillo o Daniel Canogar, al tiempo que se estrena una obra de teatro escrita para la ocasión por José Sanchís Sinisterra, “Monsieur Goya, una indagación”, en la cual el propio Canogar deja su huella con la creación de unas videoescenas en las que el espíritu del gran pintor y sus formas pictóricas están muy presentes.
“Dice que tiene mucho que aprender …¡cerca de los ochenta años!”
Goya lo inunda todo, las palabras, las imágenes, la luz, las sombras y …hasta la música y los sonidos; pero sin Goya en escena. Se le evoca a través de los personajes que le acompañaron en su exilio en Burdeos, tras abandonar Madrid a la finalización del Trienio Liberal (1824), Leocadia Zorrilla, algo más que su ama de llaves, los hijos de ésta, Rosario y Guillermo (Weiss), junto a su fiel amigo, compañero de tertulias y desazones, Leandro Fernández de Moratín, ademas de Margot, la lechera a la que el genial pintor inmortalizó en un cuadro, y Juan de Brugada, a la postre, primer encargado de inventariar las “Pinturas Negras”.
Todos hablan de él, de lo que hizo, de lo que hace, de su humor o de su falta de él, de sus paseos, de su incansable capacidad de trabajo, de su gusto por enseñar, de sus recuerdos …de sus dolientes recuerdos, de Madrid, de España …hasta que su contorno se hace presente, en una sombra que lo abarca todo.
“Una obra sobre Goya …sin Goya en escena”
Sánchez Sinisterra elabora un juego metateatral, en el que rememorando a Pirandello, los personajes discuten con su autor sobre cuando hacerse presentes en escena y que es lo que en cada momento se debería contar, jugando también con el elemento temporal, recreando sobre el escenario una especie de máquina del tiempo que permite moverse hacia delante y hacia atrás, en un efecto muy conseguido y magníficamente interpretado. Pero la real irrealidad entre el momento contemporáneo y el pasado, comienza en la primera escena en la que todos los personajes se sitúan frente al público, como si ante una pantalla cinematográfica estuvieran, todos ellos utilizando gafas de 3D, mientras alguno masca chicle, otros comen palomitas y varios sorben un refresco gaseoso con la ayuda de pajitas. En un acertado paralelismo entre los espectáculos de fantasmagoría, que tanto éxito tuvieron en aquellos primeros años del siglo XIX en la villa y corte, y las actuales funciones de cine.
Laura Ortega dirige el espectáculo con limpieza y precisión, sobre una escenografía ligera de elementos en la que destaca un panel en posición semicircular sobre el escenario, que recoge las eficaces y sugerentes proyecciones diseñadas por Daniel Canogar, sobre el que se abren tres huecos, a modo de puertas, que son utilizados para las entradas y salidas de escena. Un cauce de agua recorre transversalmente el espacio escénico, representando en ocasiones el rio Garona y, en otras, el rio Manzanares.
“Con lo que les gusta a los españoles sus cadenas”
Compacto trabajo actoral del elenco (Font García, Andrea Trepat, Fernando Sáinz de la Maza) con un estupendo Alfonso Torregrosa dando carne al personaje de Moratín, que culmina su trabajo con un fantástico monólogo en la parte final de la obra, además de la destacada aportación de Inma Cuevas, como Leocadia, que dentro del juego metateatral que se nos sugiere, tiene una convincente escena en la que ella, como actriz, como Inma Cuevas, se dirige al público. Muy fresca y natural María Mota, como Rosario.
Alfonso Delgado, encargado de la voz en off que interpela a los actores y los personajes, logra conmover aportando solidez al espectáculo desde sus cuerdas vocales, al tiempo que, esta vez sí, rompe la cuarta pared, haciendo sentir al espectador en el epicentro del espacio en el que transcurre la trama.
Sugerente espectáculo, que desde un merecido homenaje y reconocimiento a la figura de Francisco de Goya, aporta un nuevo texto a la escena desenmarañando detalles de los perfiles humanos, de los propios sentimientos y de los condicionantes que habitaban en el ilustre maestro aragonés y genio de las artes, cuando sus manos crearon aquella histórica colección de las catorce “Pinturas Negras”.