Pinito, sombras de un trapecio; crítica teatral
29 May 2019
Estamos en las nuevas, y cómodas, instalaciones del Teatro Circo Price en Madrid, en Ronda de Atocha, dentro del ciclo «Circo en primavera» se estrena el espectáculo “Pinito, sombras de un trapecio”, y desde las primeras luces proyectadas y las primeras palabras pronunciadas parece reconvertirse en el escenario de una tragedia griega clásica, en el que la esencia de la mujer que hubo tras el personaje de la gran artista que fue “Pinito del Oro”, María Cristina del Pino Segura Gómez, nos es mostrada poco a poco, dejando ver cada rasgo de su vida y experiencia vital, como si estuvieran cubiertos por los velos, retirados uno a uno, con los que acudía, engalanada, al pie del trapecio que se convirtió en su forma de vida, a la que llegó por decisión de otros.
“De la confusión entre reír y llorar nacimos todos los payasos”
Frente a nosotros se recrea la última actuación de «Pinito», es diecisiete de abril de 1970 y ese día el Price cerró sus puertas, y Mary Santpere, maestra de ceremonias de aquella noche, cortó la ‘coleta’ de la artista del trapecio, en alegoría taurina, pero en la intimidad de los camerinos.
Los recuerdos se agolpan en la mente de la hija pequeña del clan familiar de los Segura, desde sus dieciocho hermanos, de los que solo nueve llegaron a estar vivos a la vez; a su padre, José Segura, siempre presente como una sombra tras de ella, dueño de un circo que mal sobrevivió a través del trabajo de sus propios hijos, payaso triste atrapado por sus propias limitaciones, quien afirma: “De la confusión entre reír y llorar nacimos todos los payasos” y exigente hasta la extenuación con Cristina (Pinito) a la que una y mil veces repitió que ella nunca llegaría ser lo que sí era su hermana Esther, ya muerta y enterrada, como Salvador y como otros de sus hermanos, pero a quién, a pesar de todo, empujó a subirse al alambre, a curarse las manos con vinagre, y a superar el miedo al vacío …y a las caídas.
“¿Cuántos hijos puede devorarme el circo?”
Mientras, la madre, Atilana, suplicaba a su marido, tras dar a luz a su décimo noveno bebé que le permitiera que la pequeña Cristina quedará pegada a sus faldas: “ésta no …Ésta no va a ser artista. La pequeña me la reservó para mí”.
“La Casqueria Teatro” compone un espectáculo personal e introspectivo sobre “Pinito del Oro”, centrándose en la mujer que hubo tras la artista, y nos la muestra doliente y sufridora, compartiendo escena con los personajes de su padre, con una presencia fantasmagórica que nunca pareció superar su hija, y con el personaje de Juan, su marido, que como cada persona que pareció rodearla en su vida, también la hizo sufrir, con continuos desengaños, con el que se casó, siendo ella menor de edad, para poder ser contratada con el Ringling, y comenzar una etapa de reconocimiento internacional y éxito, que no alcanzó a su vida personal.
“Ésta no va a ser artista. La pequeña me la reservó para mí”
El espectáculo es dirigido por David Utrilla y Sebastian Moreno, sobre texto escrito por éste y Raquel Calonge, utilizando todo el espacio de la pista del Teatro Circo Price donde quedan ubicados los tres personajes de José Segura (Ángel Savín), Juan (David Roldán) y Pinito (Itziar Cabello), ubicando en las gradas laterales a Teresa Hernández, representando, únicamente con su gestualidad, el papel de Atilana, la madre, y a Javier Gordo que se ocupa de la música en directo que acompaña la representación. En las interpretaciones destaca el trabajo de Itziar Cabello, recreando el sufrimiento vivido por María Cristina del Pino Segura Gómez en una vida en la que no pudo reservarse excesivas decisiones para sí, mientras en el plano artístico se aplicó a sí misma, hasta la extenuación y sucediera lo que sucediera, la conocida leyenda de “el espectáculo, siempre, debe continuar”.
“El espectáculo, siempre, debe continuar”
Loable la aproximación que realiza “La Casqueria Teatro” al personaje de «Pinito del Oro«, verdadera leyenda del mundo del espectáculo en los años 60’s del siglo XX, a la que, quién esto escribe, pudo admirar desde los ojos de su niñez en el mítico Price, formando parte de sus recuerdos; pensando que una mayor presencia de los éxitos de esta artista merecerían un espacio en ella, por más que, como dice la propia “Pinito” durante el espectáculo, Franco no llegara nunca a acudir a verla, porque solo iba al futbol y a los toros, pero ni eso, ni el sufrimiento personal acumulado le restan ni un ápice de su mérito y el reconocimiento que merece, sino todo lo contrario.