Tres sombreros de copa, crítica teatral
en Teatro
26 May 2019
Un joven que cambia sus planes de boda con una hija de “buena familia” la noche antes de casarse, un hombre negro que asombra a quienes le rodean por el color de su piel, caballeros que llaman ‘señorita’ a cada una de las damas con quienes se cruzan, una mujer barbuda, un militar que va entregando todas las medallas que cubren su engalanado pecho para lograr el favor de una cupletista, el señor más rico de la provincia cargado de inacabables regalos para conseguir el beso que busca cada noche, mientras afirma: “¡todos los señores somos casados!”. ¡Una historia démodé!.
“¡Todos los señores somos casados!”
Pero no, ese calificativo es solo la resultante inicial de la contraposición del ambiente del que estamos rodeados en nuestra sociedad actual, en este año diecinueve del siglo XXI, desde el cual accedemos al Teatro María Guerrero, para sumergirnos, y empaparnos, del universo de Miguel Mihura, en su obra “Tres sombreros de copa”, escrita, de forma brillante y con gran tino, en 1932, aún no estrenándose hasta 1952, en la que destila un gran sentido del humor del que reviste una ácida crítica a la sociedad de aquel momento y a sus convencionalismos, a la vez que plantea, acertadamente, el argumento filosófico de la toma de decisiones, cada una de las cuales siempre supone la renuncia a algo. Anticipándose, con su forma de hacerlo, al teatro del absurdo que luego devino en Europa, con Ionesco como gran exponente.
“¿Hace mucho tiempo que es usted negro?”
Muy acertada la programación de Mihura a través de esta obra por parte del Centro Dramático Nacional, lo cual no sucedía desde hace veintiséis años (1983 con dirección de José Luis Alonso), y en ello tiene mucho que ver la iniciativa de Natalia Menéndez, quien lo propuso a Ernesto Caballero en su día, en un guiño en el que no está ausente un homenaje implícito a su padre, el actor Juanjo Menéndez, quien la llegó a estrenar para quedar marcado por esta obra, conservando siempre, entre sus más preciados recuerdos, uno de los sombreros de copa de aquel estreno.
Natalia Menéndez es respetuosa con el texto escrito por Mihura, acompañando el ritmo marcado por el autor en una trama que va a más durante su desarrollo, con los pasajes más brillantes de sus diálogos en la parte en el que el sueño de Dionisio se aboca a la realidad.
“Los conejos no se pescan, se cazan …¡aunque eso depende de la borrachera que lleve uno!»
Conseguida escenografía de Alfonso Barajas que, de manera ágil, convierte la convencional habitación del hotel de provincias elegido por Dionisio para pasar la noche anterior a su boda, en el universo de sus sueños; para lo que cuenta con la colaboración del buen oficio de Juan Gómez-Cornejo en la iluminación y el acertado vestuario de Mireia Llatge. Destacando el espacio sonoro diseñado por Mariano Marín y la coreografía de Mónica Runde que sabe optimizar el movimiento, y presencia, en escena de los dieciocho actores y actrices que forman el elenco, utilizando un guiño al teatro clásico y sus coros, presentando una especie de corifeo muy original en sus formas.
Pablo Gómez-Pando (Dionisio) y Laia Manzanares (Paula) componen una creíble pareja protagonista, destacando la naturalidad e inocencia que imprime ésta.
“Después de esta conversación tan amable se ve que hemos nacido el uno para el otro …¿la puedo dar un beso?”
Muy buenas prestaciones de Arturo Querejeta como Don Sacramento, Mariano Llorente como “el odioso señor” y Rocio Marín Alvarez como Madame Olga, aunque el resultado actoral, en su conjunto, es muy homogéneo con las interpretaciones de Óscar Alló (El forzudo ingenioso), Roger Álvarez (Don Rosario), María Besant (Fanny), César Camino (El cazador astuto), Lucía Estévez (Trudy), Cayetano Fernández (El romántico enamorado), Alba Gutiérrez (Fruski), Tusti de las Heras (Sagra), Manuel Moya (El guapo muchacho), Carmen Peña (Carmela), Chema Pizarro (El anciano militar), Fernando Sainz de la Maza (El alegre explorador) y Malcolm T. Sitté (Buby).
“La niña se desmayó en el sofá malva de la sala rosa”
Natalia Menéndez consigue atraparnos en este viaje en el tiempo, donde hasta el teléfono con hilos, y fijo, queda convertido en elemento de la imparable modernidad; en esta pertinente recuperación del primer texto teatral escrito por Miguel Mihura, cuando tan solo tenía 27 años, con el que se anticipó al genero del absurdo que luego llegó, aunque él aquí es capaz de jugar con las absurdeces de los personajes de su época …e incluso con las nuestras en pleno siglo XXI, haciendo malabarismos con ellas como si de tres sombreros de copa se tratase …¡Ale hop!.
Tengo la incómoda sensación de que mi ignorancia es osada. Al mismo tiempo, tengo la inquietud del niño que ve desnudo al emperador al que todos ven vestido. El texto de «Tres sombreros de copa» me parece insulso, no tiene penetración, ni profundidad. Podría decirse que es simbólico, y eso es cierto a medias, porque puede ser la coartada perfecta del «vale todo». Al igual que el surrealismo de las escenas llenas de personajes estrambóticos y cosas absurdas sin sentido alguno. Esto parece otra contradicción, sin embargo considero que hasta en el surrealismo hay cierta lógica, en caso contrario su «sinsentido» no expresa nada. No me vale la acumulación de elementos raros; no cuela. Me aburrí muchísimo y no recibí mensaje alguno; salvo la clarísima y obvia idea de contraponer el mundo del orden frente al desorden. (Ël se llama Dionisio, frente a Apolíneo…)
Muchas gracias, Jiame, por participar con su comentario sobre la obra de teatro «Tres sombreros de copa» participando en https://www.traslamascara.com a través de la crítica teatral que hemos publicado sobre este espectáculo, cumpliendo unas de las premisas para las que fue creado, dando espacio para que cualquier aficionado a la escena teatral pueda expresar sus opiniones, como usted ha hecho. Nuestra opinión está escrita y publicada, no obstante lo cual respetamos, como es natural, su percepción, reiterándole nuestro agradecimiento por usar este canal de participación. Muchas gracias y saludos.
El texto es una obra tan inspirada y formalmente redonda que es inmarcesible, pero en la puesta en escena nada es indestructible. Aconsejo la buena costumbre del buen espectador de teatro: leerse el texto antes de ir a la función, así se disfruta el doble, primero con el texto y luego con la puesta en escena, y de paso se pude ver si la puesta en escena no está a su nivel. El conflicto que debe hacer vibrar al público es potente y en su resolución convierte a esta comedia en una tragedia demoledora: la libertad versus la obligación, la ingenuidad versus la compostura, la locura versus la lógica. Lea la obra. Si quiere ver una versión difícilmente superable, aunque sea enlatada, le recomiendo la de Estudio 1, de 1996.
Un saludo cordial.
Un saludo cordial.
Muchas gracias, roberto@robertolumbreras.com, por el comentario realizado y la participación en https://www.traslamascara.com al hilo de la critica teatral que hemos realizado sobre la versión de «Tres sombreros de copa» realizada por Natalia Menéndez. Comparto su opinión respecto al texto original y la edición de «Estudio 1» realizada sobre esta obra. Le reitero nuestro agradecimiento. Saludos.