Unamuno, venceréis pero no convenceréis; crítica teatral
05 May 2019
Los personajes que han trascendido la historia, grandes hombres y grandes mujeres, son recordados por sus hitos, por sus momentos cumbres, pero los unos y las otras eran, …fueron, antes que nada, humanos, con lo de imperfecto que ello tiene, supeditados a sus compromisos, a su afán diario, a sacar adelante su familia, a velar por el mañana, lastrados en su genialidad por el día a día.
Con frecuencia el revisionismo sobre esos personajes grandiosos, incluso monstruosos, por la altura de su perfil intelectual o creativo, nos devuelve su imagen distorsionada, por nuestro propio error de no ser capaces de interpretar lo que se vivía en el momento de esas decisiones que, miradas en el tiempo pasado, nos resultan sorprendentes desde nuestro presente, por nuestra propia limitación.
“La anti-España no es sino otra cara de la misma España”
Ante el reto de aproximarse al calado histórico del erudito que fue Miguel de Unamuno, José Luis Gómez autor del texto y exégeta del personaje, opta por hacerlo, aún en forma de monólogo, a través de un complejo juego que desdobla su interpretación entre un actor en la fase de ensayo de la figura del escritor, filósofo, tres veces (diferentes) nombrado rector de la Universidad de Salamanca, diputado en las Cortes constituyentes de la Segunda República y bilbaíno universal; y el original de tan inmensa figura, que llegan a compartir la escena a través de un conseguido efecto, diseñado por Carl Fillion (responsable del espacio escénico y de la dirección del espectáculo), a través de un espejo, que permite hacer presentes ambas visiones de Unamuno, la del protagonista y la de su intérprete.
“Entre los (h)unos y los (h)otros, están descuartizando España”
El gran actor que es José Luis Gómez nos regala dos composiciones diferentes: la del personaje y la de quien le debe interpretar; en la primera está rotundo, absolutamente creíble, con unos perfiles nítidos, casi marmóreo y sin dudas; en la segunda quien lo hace sabe que se enfrenta al original del mito y su aproximación a él es tan respetuosa, tan llena de veneración, que no queriendo ofenderlo titubea a la hora de dirigirse a él, aún animándose a preguntarle, a cuestionarle, solo para intentar comprender y obtener la clave del personaje al que tiene que recrear, queriendo descifrar su controversia y como consiguió ser un maldito, a pesar de su valentía como intelectual, tan incómodo para la izquierda política por haber apoyado el levantamiento militar de 1936, como despreciado por la derecha y los militares rebeldes a la II República, liderados por Franco, quienes a partir de su celebérrimo discurso de la Universidad de Salamanca, del 12 de octubre, en el que proclamó “Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”; para ser replicado por el general Millán Astray, entre los asistentes, al grito de “¡Muera la inteligencia!”, y terminar siendo recluido en arresto domiciliario en su propia vivienda, dónde murió, pocos meses después, el último día de ese infausto año.
“No fui ni fascista, ni bolchevique …¡yo estaba sólo!”
José Luis Gómez, autor de la dramaturgia de este espectáculo y, a la sazón, miembro de la Real Academia Española (RAE) y miembro honorífico de la Academia de los Artes Escénicas de España, utiliza los propios textos de Unamuno para responder a la preguntas del actor y acierta en su elección, además de que, evidentemente, no podría ser de otra manera.
Un espejo, montado sobre un escenario circular rotatorio, consigue crear un túnel del tiempo en el que constantemente viajamos de 2019 a 1936, y viceversa, tras comenzar el espectáculo con la proyección de la fecha del día que se trata en el presente, mientras Don Miguel pronuncia una frase que encaja igual de perfectamente hoy que en 1936: “Un referéndum ha venido a ser esa votación del Estatuto de Cataluña…”
“Mis historiadores contarán mi vida como la han visto, no como la he vivido yo”
La recreación que se realiza con el personaje y su intérprete, a la vez, en escena, es de una absoluta precisión, donde todo encaja perfectamente entre la escenografía, el estupendo trabajo de videoescena de Álvaro Luna, y la iluminación de Felipe Ramos, aún con alguna irregularidad en el sonido, especialmente en las voces en off, que no llegan a todo el patio de butacas con la misma uniformidad y nitidez.
La historia encierra lecciones en el pasado que no deberíamos olvidar en el futuro y mucho de lo que se habla en este acertado guión de José Luis Gómez a partir de textos de Miguel de Unamuno suena tan contemporáneo que parece mentira que fuera vivido hace más de ochenta años en nuestra España, solo por esa reflexión estaría justificado acercarse a este espectáculo, pero es que también es una lección tanto interpretativa, como escénica, la que se promulga desde el escenario del Teatro de la Abadía en esta nueva ocasión.