Port Arthur, crítica teatral
15 Mar 2019
El 28 de abril de 1996 se produjeron los hechos conocidos como la masacre de Port Arthur, saldados con treinta y cinco víctimas mortales, y más de treinta heridos de gravedad, de los que, judicialmente, se hizo responsable, a Martin Bryant, un joven de, por entonces, veintinueve años, aficionado al surf y discapacitado, cuyo coeficiente intelectual fue valorado en informes psiquiátricos con 64 puntos, muy alejado de la media habitual, situada alrededor de los 90 puntos, lo cual le hacia situarse por debajo de los valores del 98% de la población.
Esa masacre continua siendo la tercera mayor cometida por una sola persona, a nivel mundial, tras los atentados de Noruega en 2011 (77 muertos) y los crímenes de Uiryeong, en Corea del Sur, en 1982 (57 muertos).
“La gente pasa algunas cosas por alto, …si tienes dinero”
El Pavón Teatro Kamikaze ha compuesto un programa doble de aproximación al “Teatro Documento” a partir de dos hechos reales, por un lado lo sucedido en Port Arthur y por otro con todo lo concerniente al juicio por violación de “La manada”, en ambos casos de la mano del dramaturgo Jordi Casanovas, con la dirección de David Serrano en el primero y de Miguel del Arco en el segundo (Jauría).
El texto de, una hora veinte minutos, que nos presenta Casanovas sobre la masacre sucedida en Tasmania, resume las ochos horas, ininterrumpidas, de interrogatorio del que fue objeto Martin Bryant, el cuatro de julio de 1996, por parte de los inspectores de policía Warren y Paine, sin ninguna presencia de abogado defensor que asistiera al acusado, reproducidas en portales digitales de activismo mediático, como Wikileaks, que han dado paso a diferentes teorías conspiratorias sobre lo sucedido realmente y la posibilidad que se tratara, simplemente, de un chivo expiatorio al que imputar la responsabilidad de lo acaecido con una gran celeridad temporal, ya que los hechos se produjeron el veintiocho de abril y el diecinueve de noviembre, de ese mismo año, fue declarado culpable por un jurado.
“A mí no me gusta alterar la paz con un arma”.
Lo que vemos, efectivamemte, no es un espectáculo teatral al uso, ya que Jordi Casanovas extracta las partes que considera esenciales del texto que reproduce Wikileaks, con lo cual no hay una trama, ni los componentes esenciales de un argumento, con su planteamiento y su resolución. Es la reproducción de un documento, ni siquiera un reportaje, con su narrativa algo plana; en el cual, como es habitual en los interrogatorios policiales, las preguntas se repiten y las aproximaciones a los hechos son reiteradas.
Casanovas utiliza el recurso de convertir en narradores de lo que sucede, a los inspectores de policía, en momentos puntuales del espectáculo, a fin de asegurarse la continuidad de lo que se quiere relatar.
En un texto ficcionado sobre unos atroces hechos como de los que aquí se hablan, el autor podría haber planteado sobre las razones que llevan a un ser humano a cruzar todos los límites y plantear la ejecución y muerte de otros, en número de varias decenas, e incluso jugar sobre la posibilidad que el responsable de los hechos fuera el acusado, o no.
“Eres una víctima de ti mismo”
¿Cómo un discapacitado intelectual pudo adquirir el arsenal de armas que tenía?, ¿cómo alguien sin licencia de armas puede adquirirlas?, ¿Es creíble que una persona como Martin Bryant pudiera planear unos hechos como los que se le imputaron?, ¿Martin es un asesino o un loco?, y si lo hizo …¿que le empujó a hacerlo?, ¿quizás el desprecio de los demás hacia él? o … ¿la necesidad de sentirse el foco de atención, aunque fuera a través del horror?.
¿De verdad lo que se cuenta es lo que sucedió?, ¿Jugó Martin con sus víctimas, igual que jugó a engañar a los inspectores de policía cuando les decía que él no había estado ese día de Port Arthur?, ¿qué busca un asesino a través de sus crímenes?. Pero no, estas preguntas no aparecen, constreñidas a ‘colarse‘, tan sólo, en la imaginación de algún espectador, con un único ripio interesante en las respuestas de Martin Bryant a los policías que le interrogan: “Estoy seguro que encontraréis al culpable de todo ésto: ¡yo!”.
David Serrano plantea un escena fija para el desarrollo del interrogatorio, en un celda de la prisión donde está detenido Martin Bryant, bien recreada por Alessio Meloni que la da profundidad a través de la pared izquierda en forma de cuchillo, con ventanucos en su parte superior, acertadamente iluminada por Juan Gómez Cornejo, en el centro de la cual se sitúa una mesa, con Bryant frente al público, con los inspectores Warren y Paine a los costados.
“Estoy seguro que encontraréis al culpable de todo ésto: ¡yo!”.
Más que destacable la actuación de Adrián Lastra como Martin Bryant, que se convierte en el más importante activo del espectáculo, recreando un personaje pleno de contención, pero lleno de tics que nos hacen imaginar que hay dentro de él mucho más de lo que se muestra, bien secundado por un sobrio Joaquín Climent, como Warren, con Javier Godino algo más palidecido en el papel de Paine.
El juego entre realidad y ficción es interesante, pero el excesivo seguidismo de lo transcrito por Wikileaks sobre los interrogatorios condiciona el ritmo narrativo de la obra, trasladando un cierto posicionamiento a que quien pena la condena de 1.035 años en una cárcel de Australia por esta masacre, no es el responsable real de los hechos…aunque para cierta parte del público sea más sugerente pensar que sí lo fue y que tras los asesinatos, siguió alentando la posibilidad de otra disyuntiva, más allá de lo ocurrido.