Los otros Gondra, crítica teatral
04 Feb 2019
Juan del Encina, desde el siglo XV, está considerado como el gran iniciador, y patriarca, del teatro español y una de sus características y peculiaridades era que solía interpretar, como actor, sus propias obras.
Seis siglos después de vivir Juan de Fermoselle (nombre real de “Del Encina”), el dramaturgo Borja Ortiz de Gondra incide en esa práctica, en sus dos últimos obras, tanto en “Los Gondra” (Premio Max de Mejor Autoría Teatral en 2018), como en “Los otros Gondra” (Premio Lope de Vega), textos en los que utiliza la referencia a su propia familia para construir relatos que reconoce no obedecen al 100% a la pura realidad, sin tampoco afirmar que todo en ellos sea ficción, reservándose para sí los porcentajes ciertos entre realidad y ficción, quizás haciéndose un guiño a sí mismo, a través de todos nosotros como espectadores desde la célebre cita de Ramón de Campoamor: “En este mundo traidor, nada es verdad, ni mentira, todo es igual al color del cristal con que se mira”.
“En eso estáis todos de acuerdo: en el silencio”
Personalmente, no me termina de convencer la presencia del autor del texto en el escenario, como un actor más, sí, ya sé que no interpreta, sino que se muestra él mismo, en una difícil pirueta entre un cierto exceso de narcisismo y un elevado afán de protagonismo. ¿Cómo criticar, como actor, a alguien que juega su propio rol?, parece un guiño con rasgos egoístas o egocéntricos, por más que el director, Josep María Mestres, a través del programa de mano, se autoinculpe de la iniciativa de poner al autor sobre la escena.
Pero el personaje de Borja Ortiz de Gondra no solo es representado por el propio autor, sino que Jesús Noguero lo realiza en dualidad con el propio interesado, dando la sensación de estar, en exceso, pendiente de recrear los gestos y expresiones del original, lo cual no impide que su prestación sea más que notable, aunque seguimos observando en él, un pérdida de control cuando se acelera, grita o gestualiza en exceso, como en tantas ocasiones en la vida, una nueva demostración de que menos es más.
“Ellos o nosotros… ¡tenéis que elegir bando!”
“Los Gondra” se estrenaron con el subtítulo de ‘una historia vasca’ y “Los otros Gondra” lo han hecho con el de ‘relato vasco’, en una y en otra hay un personaje al que nadie nombra, que es ETA, pero nada de lo que se cuenta se sustentaría sin su presencia, la alusión es permanente pero no se pronuncia la palabra compuesta por esas tres letras: E, T, A.
“Los otros Gondra” dan continuidad a “Los Gondra” enlazando las escenas final, de aquella, e inicial de ésta.
“Mi abuelo salvó al tuyo”
Al margen de Jesús Noguero, en el reparto sobresale de forma especial Sonsoles Benedicto, espectacular en el rol de madre, llenando el escenario con absoluta credibilidad en cada una de sus apariciones, y sabiendo incorporar atemporalidad, cuando ya encarna a un espíritu, especialmente en la bella escena en la que se recrea el fondo del mar. Acompañados de un elenco que funciona de forma homogénea, compuesto por Lander Otaola (Juan Manuel) y Fenda Drame (Edurne, “La última Gondra”), en el que destaca Cecilia Solaguren como, una más que creible, Ainhoa.
Mención especial para la escenografía de Clara Notari, que recrea la fachada exterior de la casa familiar de “Los Gondra” junto al viejo frontón con una gran herida en su hormigón que termina por constituirse en un personaje más, además de la conseguida iluminación de Juanjo Llorens, así como la videoescena de Álvaro Luna.
“¡No pongas nunca nada en la lápida!”
Más que interesante propuesta, quizás excesivamente equidistante en la forma en que se presentan los hechos que componen su trama, que termina por enfatizar una palabra de seis letras muchas veces enunciada pero pocas veces vivida desde el compromiso: “Perdón”, dicho lo cual todo lo demás sobra.