Iphigenia en Vallecas, crítica teatral
27 Jul 2018
Euripides, hace veintiséis siglos, describió el sacrificio de Ifigenia, hija de Agamenón, como parte de una de las más conocidas tragedias griegas y la esencia de su drama nos llega vigente hasta nuestros días de la mano del texto compuesto por Gary Owen, ubicándolo en un suburbio del sur de Gales, con su obra “Iphigenia in Splott” premiada en 2015 con el UK Teatro Award for Best New Play, hasta recalar en la piel de una soberbia María Hervás, protagonista, productora y adaptadora de este espectáculo de “Iphigenia en Vallecas”, convirtiendo a aquella hija de rey griego en una joven marginal del conocido barrio de Madrid.
“Iphi” es una nini, choni o quinqui, entregada al alcohol y las adicciones que puede costearse con los 20 euros que, de cuando en cuando, le da su abuela y lo que ella misma puede conseguir a base de descaro, sus encantos y sus habilidades. Su presente es terrible y su futuro desolador, parece marcado entre las calles por las que vaga de noche, para dormir de día.
“Amigos: cada uno de vosotros está en deuda conmigo”.
Su mirada se cruza con las nuestras. En cuanto nos ve, nos increpa; es consciente que aceleramos nuestro paso para alejarnos pronto de ella. Afirma conocer que nos creemos superiores, incluso sabe que le miramos el culo de reojo e intuye que, quizás, pensemos que ella no sea más que un deshecho de la sociedad, pero, a pesar de todo ello, nos dice que hoy todos estamos con ella para agradecerle lo que ha hecho por nosotros, por todos nosotros. Su sacrificio es el punto de partida de noventa intensos minutos en los que recorreremos su vida, de su mano.
Hace casi dos años que esta obra inició su camino en el ambigü de El Pavón Teatro Kamikaze, habiendo sido repuesta en diferentes ocasiones, hasta llegar ahora, con todos los honores, a la sala grande del espacio, lo cual es la recompensa al mejor reconocimiento al que cualquier espectáculo puede aspirar: la demanda del público, que sigue llenando el patio de butacas en este mes de julio en Madrid, para disfrutar de una inconmensurable María Hervás, soberbia en este monólogo por el que fue premiada como mejor protagonista femenina en los premios de la Unión de Actores y Actrices.
“¿Que pasa, puta?”.
Efectivamente se trata de un monólogo, pero hay muchos personajes; además de “Iphi”, vemos a su abuela, sirviendo copas, a sus 70 años, tras la barra de un bar; a una vecina gorda; a “Silvi”, su compañera de piso, tan buscavidas como ella; a “Rique” su pareja de juegos sexuales, aunque siempre con condón, con más músculos en tríceps y bíceps que en su cerebro; a “Fer”, metáfora de la salvación que no fue; a la hija de éste, a su mujer … a Carlos, el aprovechado amigo de “Fer”; y todos ellos son recreados por María Hervás de manera magnífica, dando a cada a uno su propia personalidad, sus movimientos, sus tonos de voz, su particular dicción, etc… en todo un alarde interpretativo.
Sutil dirección de Antonio C. Guijosa que sabe marcar el adecuado cauce para que que el caudal del torrente interpretativo de su protagonista llegue a buen puerto, con adecuadas aportaciones de Mónica Teijeiro en el diseño de una sencilla escenografía a base de lo que parecen varios bloques de cemento y una valla que, permaneciendo en sus lugares, son transformados hasta convertirse en partes de la decoración de un garito gracias a la iluminación de Daniel Checa y el ambiente sonoro creado por Mar Navarro.
“Las partes que no han sido besadas, están celosas de las que sí lo han sido.”
La tragedia moderna compuesta por Gary Owen, con un potente contenido de denuncia social, tiene el acierto de irse transformando desde un inicio con rasgos de comedia, hacia un intenso drama amasado poco a poco, hasta su estallido, capaz de remover conciencias, si bien en su desenlace final, sobre todo en la justificación del mismo, bordea excesivamente los aires panfletarios, lo cual no inhabilita para nada el conjunto.
Pero lo más destacado de este espectáculo es el despliegue interpretativo que realiza, en él, María Hervás: brutal, arrolladora, natural, poliédrica, divertida y capaz de emocionarnos al tiempo, moviéndose entre lo gamberro y lo sobrecogedor, consiguiendo la misma eficacia en cada registro que nos muestra; componiendo un trabajo actoral que será recordado en el tiempo.
Un espectáculo muy interesante, cuya recomendación es imprescindible, sencillamente sobresaliente.