El tratamiento, crítica teatral
en Teatro
27 Jun 2018
Se denomina “tratamiento” al bosquejo inicial a partir del cual se desarrollarán los detalles de un guión cinematográfico, esa esencia es la que se presenta a quienes pudieran participar de ese proyecto: productores, directores, distribuidoras, etc… En muchas ocasiones, por no decir que en la mayoría de los casos, los tratamientos no llegan a plasmarse en obras acabadas, exhibidas ante el público, generando dolor y frustración en quien los imaginó.
Pablo Remón con su ya constrastada calidad como autor de historias, tanto cinematográficas, como teatrales, nos presenta las peripecias que sufre alguien como él, para, en el mejor de los casos, ver estrenada la película consecuencia de su idea, aunque el resultado difiera, en poco o en mucho, de la inspiración inicial.
“Llega un día en que adviertes que todo es un sueño, y solo las cosas conservadas por escrito tiene alguna posibilidad de ser reales.” ( James Salter)
Ese es el primer rasgo de esta obra, con algún guiño autobiográfico. Martín, el protagonista, un guionista frustrado que, bordeando la crisis personal de los cuarenta años, no ha conseguido aún plasmar en realidad su primera película, sobreviviendo económicamente gracias a impartir clases de guión, además de escribir textos para anuncios y telepromociones, mientras acumula fracasos y frustraciones: separación de pareja, vive compartiendo piso y añora a la mujer que cree su único amor, pero que hace años que no ve.
De repente el destino parece dispensarle una sonrisa y su proyecto de película, sobre la Guerra Civil española, encuentra eco y la posibilidad de llevarse a la pantalla, aunque para ello haya que incluir ovnis y generales extraterrestres. La posibilidad que se le abre ante los ojos, le sirve para revisar episodios de su propia vida, utilizando sus 40 años como momento de balance, dotando al espectáculo de un cierto aire nostálgico.
“¡El tratamiento es perfecto! …pero ¿y si lo cambiamos?”.
Hay varias historias yuxtapuestas que suenan próximas y cercanas, acentuando en el público la sensación de ser depositarios de verdaderas peripecias vitales que se le comparten más allá del recorrido de “El Tratamiento” hasta su conversión en película: un niño que sueña con el Titanic, el padre que su fue para no volver, el novio de la propia madre, un fan adolescente de Héroes del Silencio, amores que se idealizan, un viaje a EuroDisney, la atracción por la psicoterapeuta, el hijo al que se pone el nombre del hermano ausente, la hermana de Chloé que nunca será como ella, etc… componiendo con todo ello un hábil relato que se divide en tres partes: “El futuro del cine español”, “El hundimiento del Titanic”, y “Cartas desde el mar Egeo”, si bien en alguna fase del espectáculo el ritmo decae.
“Desde que puedo programar la temperatura de mi cocinado …¡que me importa la muerte!”
Muy destacables son las interpretaciones en este espectáculo, comenzando por Francesco Carril que nos convence totalmente dando vida a Martín, es un personaje que se le ajusta como anillo al dedo, pero su trabajo en ello es loable, alcanzando una prestación que es la mejor que le hemos visto. Con todo, el elenco raya a una gran altura, comenzando por Emilio Tomé que vuelve a sorprendernos con su gran adaptabilidad a personajes distintos, componiendo un alocado alumno de Martín, muy divertido; igual que Francisco Reyes y Ana Alonso que se van desdoblando en distintos roles, siempre frescos y naturales, con mención especial para el director de cine abducido por Hollywood. Bárbara Lennie sabe aportar el contrapunto adecuado a Carril.
El propio autor, Pablo Remón, dirige la forma en que “El Tratamiento” llega hasta nosotros, haciéndolo de forma eficaz, con los actores siempre en escena, utilizando hábilmente la iluminación, y ubicándolos en una sencilla escenografía de Mónica Boromello, que inicialmente parece recrear una especie de nave o garage, llena de utensilios que van siendo utilizados por los protagonistas a lo largo de la obra, hasta, finalmente, desnudar por completo su muro frontal, convertido en la pared de la que nacen las imágenes de la película creada a partir del esbozo del guión de su autor, mientras Martín se emociona …¡que más da que haya ovnis en ella!.