Ilusiones, crítica teatral
16 May 2018
“La función por hacer”, “Arte”, Misántropo, Refugio o Juicio a una zorra son parte de las pruebas que Miguel del Arco nos ha aportado sobre su innegable talento teatral, tanto como dramaturgo, como director, pero tan destacable como esos roles en él, es su fino olfato para la selección de piezas que adaptar o incluir en la programación del apasionante proyecto que lidera junto con Israel Elejalde, Jordi Buxó y Aitor Tejada, en El Pavón Teatro Kamikaze.
Al programar Ilusiones y anunciarse su dirección sobre ella, las expectativas se marcaron muy altas, ese es el alto precio de la púrpura, en primer lugar por la novedad del autor de su texto, Iván Viripaev, y segundo por lo que la capacidad de Del Arco podría hacer con su obra, conocida la pasión de éste por la dramaturgia teatral contemporánea.
Tanto la propuesta como el montaje son más que interesantes, pero exigen al espectador un cierto esfuerzo, tanto por como se plantea la trama, como por la forma en la que esta se presenta a los ojos del público.
¡Quiero contarles una historia!
Cuatro relatores, dos mujeres y dos hombres, van narrando la historia de dos parejas situadas por encima de los ochenta años de edad, por un lado Dani y Sandra, y por otro lado Margarita y Alberto, los cuatro unidos por la larga amistad de juventud de ambos varones.
Dani, en su lecho de muerte, pide a Sandra, la mujer con la ha compartido cincuenta y dos años de su vida, que se acerque para oír sus últimas palabras, son de agradecimiento y reconocimiento hacia ella, trufadas con la afirmación de que él nunca ha mentido, ni nunca le ha sido infiel. A partir de ahí, los narradores irán compartiéndonos vivencias y experiencias entrecruzadas entre los integrantes de estas dos parejas, reflejando el paso de su vida sobre nosotros, haciendo de sus paradojas, las nuestras y mostrándonos el reflejo de sus ilusiones afectadas con la mueca de la realidad, con sus verdades y sus mentiras, porque como muy bien decía Pedro Calderon de la Barca “…¿que es la vida?, una ilusión, una sombra, una ficción…”, en acertada cita que es incluida en el programa de mano de Ilusiones.
“Marga tenía un “finíiiiiiiiiiisimo” sentido del humor”
La forma de presentar la historia es muy original a través de los cuatro relatores que van contando pasajes de las vidas de Dani, Sandra, Alberto y Margarita, en aparente desorden, como una conversación entre amigos en la que una anécdota aboca a la siguiente sin estar vinculadas entre si, nunca hay una identificación entre un narrador y ninguno de los personajes de la trama, con cambios continuos; ellas hablan a través de ellos y a la inversa, más allá del género o la edad, ¿quienes son?, ¿quienes nos relatan?, ¿quizás actores ensayando?, ¿que vínculo tienen con los octogenarios cuya historia nos comparten?.
La historia nos sorprende, si bien la intensidad de la misma es irregular, muy potente en su inicio y bien rematada al final, pero con un ritmo que decae en su parte central, con algunas anécdotas sobre los personajes protagonistas que no consiguen mantener la atención por si mismas, momento que es bien administrado por Miguel del Arco para utilizar recursos complementarios, bien transiciones, a modo del uso del coro en el teatro clásico, en las que bajo el pretexto de descansos para refrescarse, se compone una muy conseguida coreografía protagonizada por una luminosa agua; o números musicales en los que se reciclan materiales de otras producciones, como las plumas usadas en La clausura del amor, algo que es más que un guiño en el diseño de la escenografía, en la que se pueden observar elementos ya utilizados en Idiota, Misántropo o La noche de las tríbadas.
«¿Qué es la vida?, una ilusión, una sombra, una ficción…”
El espacio escénico diseñado por Eduardo Moreno recrea lo que parece un almacén teatral, donde encuentran cobijo elementos de decorado ya vistos en otras producciones, pero esas huellas en nuestra memoria juegan a favor del efecto buscado, ya que al final no dejan de ser sino partes de historias que forman parte de nuestros recuerdos, como los que nos comparten los cuatro anónimos narradores, sobre Dani, Sandra, Alberto y Margarita. Juanjo Llorens vuelve a utilizar sabiamente la iluminación, Arnau Vilá aporta la sutileza habitual de su música y el vestuario de Sandra Espinosa enfatiza los momentos más potentes de la trama, inicio y final, con el empleo de esmóquines negros, cuyo uso desparece en la parte central.
“¿Qué debo hacer?, …¡encontrar tu lugar en el mundo!”.
Igual que el espectador es exigido en este espectáculo, también lo son sus interpretes, Marta Etura, Daniel Grao, Alejandro Jato y Verónica Ronda, expuestos a un esfuerzo notable, que salvan con nota, destacando ellas por encima de ellos, con una prestación sobresaliente en el caso de Verónica Ronda, magnífica en el monólogo en el que relata la visita de Sandra a Alberto, tras la muerte de Dani, pero que mantiene un nivel magnífico en todo el espectáculo, de principio a fin.
Una arriesgada pirueta ha afrontado Miguel del Arco con Ilusiones, que le ha exigido lo mejor de sí mismo para superar la irregularidad del texto original de Viripaev, su dirección es formidable y su talento para aportar propuestas de interés es innegable. El potente final no elimina de nuestro paladar un cierto sabor amargo, pero como sucede con ciertos vinos, el buen aroma termina por abrirse paso y tenemos la certeza de haber presenciado un espectáculo lleno de la belleza reflejada de las Ilusiones.