Los niños oscuros de Morelia, crítica teatral
19 Abr 2018
Los niños tienen la capacidad de recrear, como juego, la cotidianidad de lo que observan a su alrededor, reproduciendo lo que sus mayores hacen y dicen, con total tino y acierto, hasta el extremo que los pasajes de mayor crueldad, quedan incorporados como si fueran un componente más de sus juguetes, esparcidos junto al tambor de hojalata o la remendada muñeca.
«Una puerta abierta puede conducir a cualquier sitio…»
La metáfora anterior es utilizada por Albert Tola, sobre los hechos reales que protagonizaron 456 niños con origen en Barcelona, en 1937, camino del exilio, en el que les embarcaron los responsables políticos de la época, tras convencer a sus propios padres, en el buque “Mexique”, en una larga travesía con destino a Morelia, ciudad mejicana ubicada en el valle Guayangareo (Michoacán), para trazar un relato en el que repasar temas pendientes de nuestra historia, y de la humanidad, desde las premoniciones, a los maltratos, los abusos, la soledad, el abandono, la huida y el rencor; en un recorrido que comienza con los arrepentidos padres de esos niños, ante su decisión respecto a aquel viaje, y finaliza con el macabro director del internado que les acoge, que paga su propia frustración sobre ellos.
«¿Es usted responsable? …¿no lo somos todos?».
Elena Fortuny dirige el espectáculo, de manera correcta, con los protagonistas siempre en escena, rodeados de pocos elementos de atrezzo, pero bien elegidos, entre los que destacan una bañera que hace las veces de buque, hornacina sagrada, oportuno escondite o confesionario, según el momento, y una maleta que recrea en la escena el viaje permanente, e inacabado, de sus protagonistas y, en realidad, de todos nosotros.
Las interpretaciones de Rodrigo García Olza y Marc Pujol son muy acertadas, consiguiendo el primero una potente escena en la que nos conmueve la emoción de su gesto, un momento antes de que dos lagrimas surquen su rostro. Ratificándonos Marc Pujol, con su desempeño, la favorable opinión que manifestamos sobre él con ocasión de “Vino Lunar”, también con Albert Tola como autor de su texto.
«Hay tres Españas: la católica, la republicana y la católica republicana».
El teatro lleva siglos enfrentando al ser humano a observar sobre el escenario las cuitas de su propia realidad, como ficción, y Albert Tola nos vuelve a conmover con la dolorosa realidad de unos acontecimientos sucedidos hace ochenta años, con el ripio final de que en la representación sobre la que escribo esta crítica, uno de los componentes de aquellos 456 niños de Morelia estaba entre el público, provocando la emoción de los actores, de todo el equipo del espectáculo y de quienes le acompañábamos en el patio de butacas, mientras sus ojos, convertidos de nuevo en los del niño que fue, curioseaban sobre las fotos utilizadas en la recreación de su historia, que ya forma parte de la nuestra.
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Gracias a NIgredo por incluir su web en nuestra crítica teatral a su producción «Los niños oscuros de Morelia», obra que vuelve a exhibirse en Madrid los próximos 13, 14 y 15 de julio, en Teatro Lagrada (c/ Ercilla nº 20, Madrid). Suerte y éxitos.