26 de Julio de 2006 en La Habana

25 Ago 2014

Con este relato participo en la convocatoria convocada por el programa «Nómadas» de RNE (Rtve.es), «Concurso de diarios de viaje», bajo mi nombre Mario Martín Lucas.

Hoy es 25 de julio de 2006, mañana vuelvo a Madrid después de quince intensos días en Cuba, recorriendo Trinidad, Cienfuegos, Varadero, Guardalavaca y Santiago de Cuba, con inicio y fin en La Habana; ha sido un viaje a través del tiempo. Mi vuelta coincide con la conmemoración del 53º aniversario del Asalto al Cuartel de la Moncada, en 1953, lo cual se considera el inicio de la Revolución Cubana. En pocos días, el 13 de agosto, Fidel Castro cumplirá 80 años.

Tras reservar localidad para esta noche en el “Cabaret Parisien”, paseo por las calles circundantes a la Universidad de La Habana. Hace calor y humedad, hago algunas fotos frente a las escalinatas que dan acceso a la Plaza Cadenas y al girar la calle Ronda, cerca de la Cátedra Humboldt, un “tironero” me intenta quitar la cámara, forcejeo con él, y en el tirón me arranca el protector del lente, pero la cámara sigue conmigo, sale huyendo, a la altura del edificio de la Facultad de Física veo un policía y le relato los hechos, describiendo al chico, facilitándole mi nombre, móvil, hotel, habitación, etc… el susto pasó y el día sigue.

Son las 19h30’, al llegar al Hotel Nacional, el director de seguridad me indica que dos policías me están esperando en relación a los hechos que sufrí por la mañana, y que, de acuerdo a mi descripción, había sido detenido el presunto autor del intento de robo.

El director de seguridad del hotel es el clásico sujeto de estas funciones: traje negro, corbata negra, camisa blanca, bigote muy recortado, cómo de otro tiempo, walki talki en su mano izquierda, modales muy rebuscados; y me sugiere colaborar con la policía cubana. Definitivamente mi viaje se había convertido en una película, en blanco y negro, de los años 50’s y tenía a Edward G. Robinson delante de mí.

Al pie de las escaleras del Hotel Nacional me espera un coche policial, modelo LADA, antiquísimo, que procedía de las antiguas relaciones con la URSS, me acomodo en el asiento trasero, previsto para detenidos, que no contaba con posibilidad de bajar las ventanillas, ni con apertura de puerta desde el interior, además de ir separado de los ocupantes delanteros por una protección transparente.

En las calles de La Habana hay farolas, pero de cada diez no habrá encendidas más de dos; el coche policial se abre paso con mucha rapidez, quizás demasiada para su estado. Según avanzamos en el recorrido las calles parecen más oscuras, menos alumbradas, tanto que por un momento pienso en la posibilidad de que quienes me acompañan sean en realidad farsantes, de repente el coche se detiene y de entre las penumbras veo avanzar más personas vestidas de policías, ¡sí, es la Comandancia!.

El comandante del puesto sale a mi paso y me felicita efusivamente por mi “acertada maniobra” para evitar el robo: «querido camarada compañero, gracias en nombre de la revolución cubana por haber identificado al causante, gracias a lo cual ya está detenido”. Definitivamente estoy viviendo una película, y me estoy divirtiendo.

Acepto participar en la rueda de identificación de los sospechosos. La comisaria es un edificio de una sola planta, con un patio delantero que da acceso a un pequeño hall en el que hay un tresillo, a modo de recepción, las mesas de las oficinas son de madera y todo tiene un color amarillento, incluidos los abundantes papeles que había encima de ellas.

Tras al reconocimiento me ofrecen un refresco y me siento sobre un viejo sillón de mimbre, hay una radio puesta donde “Radio Cubana” va repitiendo mensajes conmemorativos del 26 de julio, día de la de la “Revolución”, cuando un “reporte” interrumpe la programación: “El Comandante Fidel Castro ha debido ser hospitalizado tras sufrir una hemorragia en al avión de regreso de Holguín a La Habana, tras un día de intensas actividades”. Es evidente que mi día de hoy pertenece a un guion de película, ¡si tenía que estar viviendo todo eso en Cuba debía ser un 26 de julio!.

Ya hace horas que pasó la medianoche, es evidente que hoy no asistiré el “Cabaret Parisien”. Pasan unos minutos de las tres de la madrugada y me encuentro en la calle Ronda, explicando a la policía cubana dónde se me intentó robar la cámara y el sentido de la huida del chico que lo intentó, se acumula en mí el cansancio y pido, por favor, cumplan con sus compromisos y me acompañen al hotel.

Son las 4 de la madrugada de éste 26 de julio de 2006, por fin estoy en mi habitación del Hotel Nacional, ha habido una fiesta conmemorativa del “Día de la Revolución” en la plaza de la “Tribuna Anti-Imperialista José Martí”, frente a la oficina de intereses de EE.UU., en las cercanías del hotel, y aún hay ruido en las calles, pero pospondré dormir para dentro de unas horas en el avión de regreso a Madrid, ahora toca escribir el relato de la ocurrido en este día en La Habana, cuando se cumplen 53 años del Asalto al Cuartel de la Moncada y Fidel Castro ha sido hospitalizado a unos días de cumplir 80 años.

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